Jueves 19 de Enero del 2023
Bell Ville, Cba. - Argentina
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Auspicioso debut del programa
municipal "Cultura Rodante"

Se puso en marcha la actividad denominada Cultura Rodante, que prevé la presentación de artistas locales en diferentes espacios de la ciudad, con un claro propósito de descentralizar la cultura, fomentando el excelente nivel que en la materia cuenta nuestra ciudad.
La jornada inicial concitó la atención de un numeroso público que se congregó en la plaza 25 de Mayo para disfrutar de variadas expresiones culturales y musicales como Pripyat, Esencia Criolla y Lali Molina y su Banda.
Al igual que en el resto de las ediciones que se sucederán próximamente, el ingreso gratuito permite el acceso a la comunidad, que disfruta de cada presentación.
El domingo 29 de este mes, la actividad se trasladará a la Plaza de los Niños-Eva Perón, previéndose la presentación del grupo AfterEgo y la solista Fabiana Visconti.
El intendente Carlos Briner, presente en el lugar, remarcó que Cultura Rodante permite presentarse en diferentes espacios públicos de la ciudad y reencontrarnos como comunidad.

Por su parte, Josefina Garrone, del Área de Cultura y Educación y encargada de los Núcleos Barriales Culturales, dijo que la idea aparte de "mover" la cultura a distintos lugares de la ciudad, es presentar diferentes géneros musicales. "También se procura estimular al artista local y potenciar el arte", añadió.
Por otra parte, Javier Heredia y Leandro Matiuzzi, de Pripyat, indicaron tras la presentación que se trató de una excelente propuesta basada en la diversidad musical e instaron al municipio a seguir trabajando en este tipo de proyectos.

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Fraile Muerto, Capital de las Pampas

Por Luis Beltrán Martínez Thomas
En épocas de cambios políticos globales, tal lo sucedido en la América española a inicios del siglo XIX, sobre la declinación de un imperio en decadencia gravitan ejércitos y diplomacia y actúan contemporáneamente hombres de negocios, representantes de la banca o diligentes mercaderes, en busca de las oportunidades que brindan los conflictos y la reconstrucción de posguerra.
Un caso notable en la constelación de viajeros al Plata en aquella época, fue el de Robert Proctor, quien transitó el tortuoso recorrido desde Buenos Aires hasta Lima, acompañado de su mujer, dos sirvientes y su pequeño hijo.
Partieron juntos desde Gravesend, una ciudad ubicada en la ribera sur del Támesis, en el noroeste del condado de Kent, Inglaterra, el 8 de diciembre de 1822, a bordo de un bergantín que llevaba hacia el sur de América una carga de un par de toneladas de mercaderías. Y luego de dos meses de navegación llegaron a Buenos Aires el 9 de febrero de 1823.
El 20 de marzo, después de una permanencia marcada por sucesos políticos que preocuparon a los viajeros, Proctor y su grupo pudieron salir rumbo a Mendoza, expe-rimentando unas primeras jornadas desagradables de viento y tierra, para llegar a Arrecifes el 22. Allí encontraron una confortable casa de posta con pulpería anexa, donde hicieron noche y escucharon por vez primera la "triste, melancólica y monótona" música de la pampa, que guitarreaba el pulpero y agradaba a los oyentes "en estos desiertos salvajes y en ausencia de sonidos mejores".
A esa altura habían alcanzado el camino general hacia Chile y Perú ya que, hasta ahí, debieron recorrer una ruta alternativa para evitar las bandas de insurrectos que asolaban la campaña.
El 23 cruzaban el Arroyo del Medio hacia la provincia de Santa Fe y el 24 meditaba su ingreso pleno a las pampas, recibiendo la sobrecogedora impresión que podía causar en un europeo la perspectiva grandiosa de aquellas interminables y solitarias planicies. No ahorraba el narrador palabras de asombro ante lo que veía. "Las Pampas son llanuras inmensas que se extienden hasta donde alcanza la vista con casi ningún accidente en la superficie, cubierta de pajas y cardos altos, tan grandes en verano, que im-primen al campo aspecto de matorral".
Al tiempo que la desolación del panorama le sugería un pensamiento desanimado. "El paisaje es sumamente triste, sin un arbusto donde descansar la vista, ni más poblaciones que las postas para indicar que está en el mundo habitable".
Aunque, fiel a su cometido de observación, Proctor reflexionaba sobre las posibilidades de estos vastos territorios. "El suelo es el más fértil que se imagine, de tierra negra con varios pies de espesor, y de clima tan favorable que las producciones de otros países puede llevarse aquí a gran perfección. El pasto puede soportar inmensos hatos de ganado para los que hay agua en numerosos arroyos, ríos y lagunas que interceptan el campo".
La perspectiva de los viajeros comenzó a mejorar cuando transitaron un campo con hacienda, la tarde del 25, y pasaron por Cruz Alta, Cabeza de Tigre y Saladillo, al día siguiente. Un cambio de paisaje se anunciaba, a la próxima y apacible vista del Tercero, río de llanura, de curso sinuoso y orillas arboladas. Y junto a él, una sucesión de postas de cuatro leguas. "Encontramos abandonada la posta de Barrancas y nos vimos precisados el 28 a pagar doble tarifa hasta el Zanjón. Esta posta está lindamente ubicada y se hallan cerca los restos de una huerta de durazneros: fue la mejor que vimos desde nuestra salida de Buenos Aires. Los indios no la destruyeron, contentándose con matar a los ocupantes y llevarse todo lo movible…".
Crónica heroica y luctuosa la de ese paraje, referida por anteriores transeúntes vinculados al narrador. "Un amigo mío, con otros viajeros, pasaron por allí en diciembre, cuando los indios rondaban en las márgenes del río, y el maestro de posta les ofreció a él y sus compañeros aloja-miento y caballos gratuitos, si lo ayudaban para atacar a los salvajes y ahuyentarlos: como hombres de negocios no era verosímil, y quizás difícilmente posible, que aceptasen la propuesta, pero le dejaron parte de las municiones que llevaban consigo".
Y luego, lo original en la literatura de viajes, al imaginar Proctor un singular slogan para acompañar el nombre de la parada siguiente en el largo trayecto que ya llevaba recorrido. Este poblado de leyenda, que surgió alrededor de la estancia de la Limpia Concepción, recibía su primer bautismo capital de quien valoraba la subsistencia y evolución en ese extenso y desolado paisaje.
"La segunda etapa del día fue el villorrio Frayle Muerto que puede llamarse capital de las Pampas. Se compone de unos cincuenta ranchos como los ya descriptos, construídos sin ninguna regla, y quizás de 200 habitantes; sin embargo era demasiado importante para que los indios arriesgasen un ataque, y después de dejar este lugar, cesamos de oír lamentos a causa de las invasiones".
Bien discernido, aquel slogan emocional le habrá sido sugerido por la visión espectacular del territorio, las llanuras que empezaban a cubrirse de ganado, las incipientes prácticas agrícolas y la rudimentaria forma de conservar las cosechas -quizá predecesora de la moderna tecnología del ensilaje, todo realizado en el entorno de ese ensayo de experiencia urbana que era entonces la villa de Fraile Muerto.
Proctor continuó viaje a Lima, donde llegó el 23 de mayo, pero no regresó a Buenos Aires y por tanto no volvió a pasar por la aldea que le había sugerido aquella significativa mención. Residió con su familia y séquito por algunos meses en la convulsionada y febril ciudad de los virreyes y vivió en carne propia las consecuencias de los disturbios que acompañaban el nacimiento de una nueva república.
Por gravitación de los acontecimientos concluyó allí su cometido de manera intempestiva. Enemistado con el general José Rodil, quien comandaba las tropas españolas que habían ocupado transitoriamente Lima y lo acusaba de haber violado la neutralidad, el 1° de abril de 1824 debió escapar refugiado con su familia en un barco inglés anclado en El Callao, que lo devolvió en unas semanas a su patria.
Robert Proctor era gestor financiero del empréstito levantado en Londres para el Perú, con el objeto de equipar los ejércitos independentistas y así continuar y finalizar la guerra contra España. Según el propio actor, el propósito de su viaje "era obtener, como agente de los contratistas, la ratificación del empréstito por el Gobierno y el Congreso, y girar su importe sobre Londres". Y recibió tal ratificación el 2 de junio de 1823.
Claramente, el general Rodil había acertado en calificar el carácter de las actividades de este businessman aunque, dentro de su rusticidad, lo imputó de un modo amable como ajeno a la imparcialidad que debería haber observado durante su permanencia en el Perú.
El relato de aquella aventura fue volcado por Robert Proctor en su libro "Narraciones del viaje por la Cordillera de los Andes", publicado en Londres en 1825.

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